jueves, 28 de noviembre de 2013

Mapas estelares

http://www.projectrho.com/public_html/starmaps/index.php

Parásito

"Estoy muriéndome.El parásito se ha apoderado lenta e inexorablemente de mis vías respiratorias, de todo mi cuerpo.Cada momento que pasa tengo más dificultades para respirar, y mucho me temo que quizás esté enviando este mensaje mundial con un ultimo aliento.También está presente en mi sangre; la siento sucia y espesa y ya no es capaz de distribuir su riqueza por mi ser.Me muero.Soy el primero que mata pero habrá más, estén seguros.No siempre fue así, al principio  fue una relación de simbiosis: yo le ofrecía alimento y cobijo y el lamia mis heridas manteniendo el equilibrio vital, pero se multiplicó, cambió.He de advertirles.Voy a morir y ya no serviré, buscará otros.
Me llamo GAIA

Javier Díaz Carballeira, en revista Axxón N°160 (http://axxon.com.ar)

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Cronicas Venusianas

"Esta entrada participa en el I Certamen de Cuentos de Ciencia organizado por el blog  Cuantos y cuerdas"

Crónicas Venusianas
Pablo Ferreira

1-Venus
Venus,segundo planeta del sistema solar desde el sol.Venus,un planeta rocoso de 12.000 km de diametro.Venus,el "planeta invernadero",con una presión atmosférica de 90 atm.Venus,el planeta que "gira al reves".Venus,el "planeta infierno".VENUS.



2-Vida
Alguna vez Venus fue un planeta habitable como la Tierra.Y alli,en Venus,incluso se desarrolaron seres inteligentes.Si,Venus fue cuna de una civilización.



3-Un mensaje desde Venus


Venus                                                                                                               2014 dV
Hace 8.065.848.236 periodos orbitales venusianos que nació nuestro Sol,hace tan solo 9.700.000 periodos que nacimos nosotros.
Tan jovenes,tan viejos.Ya estamos muriendo,y junto a nosotros nuestro planeta,juntos nos iremos.
¿Quienes somos?Nosotros somos "los venusianos".Nosotros creamos una cultura,nosotros construimos ciudades,nosotros creamos dioseses y leyes,nosotros nos asesinamos.
Espero que nuestros compañeros terrícolas recientemente descubiertos no sigan el mismo camino.Espero que ellos no destruyan su propio planeta y lo conviertan en un infierno.Eso espero.

Tropeo Linfatico  

martes, 26 de noviembre de 2013

2010:Odisea Dos

2010:Odisea Dos, Arthur C. Clarke

2010: Odisea Dos es una novela de ciencia ficción de Arthur C. Clarke. Es la segunda novela de la saga de la Odisea Espacial y salió a la venta en enero de 1982. Fue nominada para el premio Hugo a la mejor Novela en 1983. La novela se convirtió en película en 19842010: El Año en que Hicimos Contacto, dirigida por Peter Hyams.

Argumento Principal

Al contrario que 2001: Una odisea del espacio, la novela y el guion de la película no se escribieron simultáneamente. La película, que es posterior a la novela, no es una adaptación en el sentido convencional, y de allí las diferencias significativas entre las dos. Una parte de la novela guarda similitud con una historia corta mucho más vieja de Clarke, "Lección de Historia: la rápida evolución en un mundo hecho habitable".
Clarke enumera en el prólogo del autor las diferencias entre las versiones cinematográfica y literaria de 2001, y opta, para redactar esta continuación, por basarse en la versión cinematográfica allí dónde ambas difieren. Así, la historia se desarrolla nueve años después del fracaso de la misión de la Discovery a Júpiter (como en el filme de Stanley Kubrick) en lugar de Saturno (como ocurría en la novela original).
Una tripulación soviético-estadounidense, incluyendo al Doctor Heywood Floyd, que ya aparecía en 2001, viaja en la nave espacialsoviética Alexei Leonov (llamada así en honor del famoso cosmonauta) con el fin de descubrir lo que salió mal en la misión anterior, investigar el monolito que sigue en órbita alrededor del planeta, y averiguar todo lo posible sobre el mal funcionamiento de la computadora HAL 9000 y la posterior desaparición del astronauta David Bowman. Esperan encontrar respuestas a todas estas preguntas en el interior de la Discovery, ahora abandonada en una órbita inestable alrededor de Júpiter.
Aunque los estadounidenses están constuyendo la Discovery II con este fin, los soviéticos se les adelantan gracias a sus nuevos propulsores llamados "Sakharov" (una referencia al físico Andrei Sakharov). Floyd y otros dos científicos estadounidenses son admitidos como parte de la tripulación de la Leonov por sus conocimientos de los sistemas de la Discovery y de su computadora HAL 9000. Sin embargo, una supuesta estación espacial china que se está construyendo en órbita alrededor de la Tierra resulta ser una nave espacial interplanetaria de nombre Tsien, que también se dirige a Júpiter, adelantándose unos días a la Leonov.
La tripulación de la Leonov se ve sorprendida por la nave china, y deducen que necesariamente ha debido consumir todo su combustible para llegar tan rápido al sistema joviano. Posteriormente Floyd intuye que su objetivo primero debe ser posarse en Europa, ya que la nave china puede usar las grades reservas de agua de este satélite para recargar sus tanques, pues los modernos motores pueden emplear agua como propulsor.
La misión de la Tsien fracasa sorpresivamente, cuando es destruida por una forma de vida alienígena mientras está posada en la helada superficie de Europa recargando sus tanques. El único superviviente transmite por radio la historia a la Leonov, muriendo poco después.
La tripulación de la Leonov se encuentra con la Discovery, que se halla en un estado de conservación razonablemente bueno a pesar del tiempo transcurrido a la deriva. La computadora HAL 9000 es reactivada por el Dr. Chandra con el objetivo de determinar la causa de su anterior conducta aberrante.
A continuación, una sucesión de escenas sigue las aventuras de David Bowman, el comandante de la Discovery que desapareció en 2001. Bowman se ha transformado en una forma de vida incorpórea, como los alienígenas que controlan a los monolitos, y regresa justo en este momento, utilizando el Monolito de Júpiter como puerta de entrada a nuestro Universo.
Los alienígenas usan a Bowman para explorar bajo el hielo de Europa, donde encuentran la forma de vida acuática que ha acabado con la nave espacial china. Bajo las nubes de Júpiter también descubren formas de vida gaseosa jovianas (un homenaje a Carl Sagan, que imaginó a estas fantásticas criaturas en un capítulo de su libro Cosmos: Un viaje personal). Los alienígenas creen que las criaturas de Europa tienen mayor potencial evolutivo. Después, el avatar de Bowman viaja a la Tierra y contacta con personas significativas de su pasado humano: cepilla el pelo a su anciana madre poco antes de que muera y se aparece a su antigua compañera en la pantalla detelevisión.
Recuperado el control de la Discovery e investigado de cerca el Monolito sin sacar ninguna conclusión satisfactoria, la expedición soviético-estadounidense prepara su regreso a la Tierra. De repente, Bowman se aparece ante Floyd, advirtiéndole que deben dejar el sistema joviano antes de dos días. Floyd tiene dificultad para convencer al resto de la tripulación, pero entonces el monolito desaparece de la órbita y una misteriosa mancha oscura empieza a formarse en Júpiter, creciendo sin cesar. Observándola a través del telescopio se percatan de que se trata de una inmensa población de monolitos que, aumentando en proporción geométrica, parece estar comiéndose literalmente el planeta. Los monolitos resultan ser máquinas de Von Neumann, capaces de autorreplicarse para realizar más rápido su trabajo.
La Leonov no tiene combustible suficiente para poner rumbo a la Tierra en tan breve lapso de tiempo, por lo que elaboran un plan alternativo que consiste en acoplar la Discovery a la Leonov y usarla como "cohete propulsor", abandonándola posteriormente. La tripulación está angustiada por si HAL sufre la misma crisis neurótica al descubrir que la nave será abandonada, y Chandra debe convencer a HAL de que la tripulación humana está en el peligro.
El enjambre de Monolitos aumenta rápidamente, aumentando la densidad de Júpiter hasta que el planeta inicia la fusión nuclear, convirtiéndose en una estrella pequeña después de una gran explosión. Esto borra las formas de vida primitivas que habían habitado la atmósfera joviana, pero proporciona una fuente de energía y calor a la prometedora vida acuática de Europa, que entonces comienza a evolucionar rápidamente hacia especies autoconscientes e inteligentes.
Justo antes de que Júpiter se convierta en una supernova, con la Leonov ya a una distancia segura, Bowman regresa a la Discovery para darle una última orden a HAL: la transmisión de un mensaje a la Tierra. El mensaje dice: "TODOS ESTOS MUNDOS SON PARA USTEDES / VOSOTROS, EXCEPTO EUROPA. NO INTENTEN / INTENTÉIS ATERRIZAR ALLÍ".
La creación de la nueva estrella, que en la Tierra se llama "Lucifer" (portador de luz), destruye completamente a la Discovery. Sin embargo, HAL se transforma en el mismo tipo de forma de vida energética que David Bowman y los alienígenas productores de monolitos.

Epílogo: 20.001

El libro acaba con un epílogo breve que tiene lugar en el año 20.001. En esa época tan remota, los Europanos han evolucionado en una nueva especie inteligente que ha desarrollado una civilización primitiva, con singulares analogías con las civilizaciones terrícolas antiguas. Consideran a la estrella Lucifer (anteriormente el planeta Júpiter) como su estrella principal, refiriéndose al lejano Sol como "El Sol Frío". Aunque la mayoría viven en el hemisferio de Europa que constantemente está orientado a Lucifer, algunos Europanos han empezado recientemente a explorar el hemisferio opuesto, donde nunca brilla el cálido Lucifer y que todavía está cubierto con hielo. Allí, descubren el espectáculo de la noche estrellada y comienzan a especular con la posibilidad de que la creación no se limite exclusivamente a Europa, de que existan otros mundos, otros soles y, quizás, otras criaturas inteligentes en el Universo.
Los Europanos que exploran el lado oscuro de Europa han desarrollado una mitología basada en sus observaciones. Dicen sus leyendas que Lucifer no siempre estuvo allí, y que el Sol Frío es su hermano, que fue castigado por un antiguo pecado a marcharse lejos y recorrer todos los días el cielo. Los Europanos también ven otros tres cuerpos mayores en el cielo (los satélites jovianos Ío,Calisto y Ganímedes). Incapaces aún de explicar sus erráticos movimientos, observan en dos de ellos misteriosas luces que brillan en las zonas oscuras. Los más osados las atribuyen a otras civilizaciones, y realmente es así: las lunas de Júpiter están siendo colonizadas por los humanos... excepto Europa.
Los humanos han estado intentando explorar Europa desde que Lucifer se creó en 2010. Sin embargo, ninguno de estos esfuerzos ha tenido el éxito. Cada nave espacial o sonda que ha intentado aterrizar en Europa se ha destruido en la atmósfera. Las ruinas que caen a la superficie del planeta son veneradas por los Europanos de una manera similar a los cultos primitivos de la Tierra.
También se explica que hay un Monolito en Europa, y que es adorado por los Europanos como algo sagrado. Éstos asumen que el Monolito es lo que los mantiene a salvo. David Bowman y Hal están, de algún modo, en este Monolito, que continuará siendo el guardián de Europa y frenando las tentativas de contacto de los humanos hasta que llegue el momento oportuno.
"Los granjeros sembraron y, en ocasiones, cosecharon... Pero a veces tuvieron que escardar."

"Es una buena novela(aunque no alcanza a su predesedora "2001"), recomiendo su lectura.Me gusta la elección de Europa como habitable y el epílogo es bastante conmovedor."

http://es.wikipedia.org/wiki/2010:_Odisea_dos
2010: ODISEA DOS, Circulo de Lectores

lunes, 25 de noviembre de 2013

La PANSPERMIA en la ciencia-ficción

Panspermia,semilla del todo

La panspermia es una teoría que sugiere que la vida, o sus componentes basicos, pudieron haberse originado en "otros lugares del universo" y luego haber llegado a la Tierra(o a otro planeta habitable).
Esta teoría tiene sus fundamentos en las ideas del griego Anaxágoras, y es apoyada por el descubrimiento de diversos meteoritos como el ALH4001 y diversos organismos extremófilos.

Hipótesis de la Panspermia dirigida

Relacionada con la hipótesis de La Panspermia, también se ha postulado la hipótesis de un Panspermia artificial, conocida como hipótesis de Panspermia dirigida, la cual se refiere a un hipotético transporte deliberado de microorganismos en el espacio, para ser introducidos como especies exóticas en planetas sin formas de vida; ya sea que hayan sidos enviados a la Tierra para comenzar la vida aquí, o referente al transporte de vida originada en la tierra; la cual sería enviada desde esta (deliberada o accidentalmente) para sembrar nuevos sistemas solares con vida.

El ganador del premio Nobel Francis Crick, junto con Leslie Orgel propuso que las hipotéticas semillas de la vida pueden haber sido deliberadamente difundidas por una civilización extraterrestre avanzada.


http://es.wikipedia.org/wiki/Panspermia

"Lo interesante de esta teoría es que si la vida puede viajar en asteroides u otras formas por el espacio y llegar a un "puerto seguro/planeta habitable" aumentan las probabilidades de vida en el universo."


"La vida lleva en nuestro planeta más de 4.000 millones de años. Durante la época de los grandes bombardeos meteoríticos ya existía sobre este planeta. Sin duda los impactos de cuerpos y rocalla cedieron energía suficiente para impulsar rocas con vida endolítica al exterior. Hoy son nuestros mensajeros en el Universo.Hay, creo, un número significativo de estos objetos cargados de vida terrestre en diferentes lugares de nuestra Galaxia. Algunos habrán acabado, después de cientos de millones de años de periplo por el espacio, siendo capturados por algún lejano Sol y tal vez han acabado estrellándose en algún planeta sin vida pero prometedor para albergarla. Tal vez ha terminado ésta por florecer en algún extraño lugar muy lejos de aquí. A lo largo de miles de millones de años habrán evolucionado y habrán conformado sociedades y civilizaciones alternativas a las nuestras. Y quizá, quién sabe, algún lejano pariente nuestro, algún primo estelar perdido en el tiempo y el espacio, esté ahora, en este momento, escrutando un cielo insondable buscando sus origenes entre las estrellas." 

viernes, 22 de noviembre de 2013

Analisis de 2001:Una Odisea Espacial

http://lenguajecinematografico.files.wordpress.com/2013/09/kubrick.pdf

"El Centinela"

EL CENTINELA
Arthur C. Clarke


     La próxima vez que vean ustedes la luna llena brillar alta en el sur, examinen atentamente el borde derecho y dejen resbalar la mirada a lo largo de la curva del disco. Allá donde serian las dos si nuestro satélite fuera un reloj, observarán un minúsculo óvalo oscuro; cualquiera que posea una vista normal puede descubrirlo. En una gran llanura rodeada de montañas, una de las más hermosas de la Luna, conocida con el nombre de Mare Crisium: el Mar de las Crisis. Casi quinientos kilómetros de diámetro, rodeada por un anillo de magnificas montañas, no había sido explorada nunca hasta que nosotros penetramos en ella a finales del verano de 1996.
     Nuestra expedición había sido cuidadosamente planeada. Dos grandes cargueros habían transportado nuestras provisiones y nuestro equipo desde la base lunar del Mare Serenitatis, a ochocientos kilómetros. Disponíamos además de tres pequeños cohetes destinados al transporte a cortas distancias en regiones en las que era imposible servirse de los vehículos de superficie. Afortunadamente, la mayor parte del Mare Crisium es llana. No existen allí esas enormes grietas tan frecuentes y tan peligrosas en otras partes, y los cráteres o elevaciones de una cierta altura son bastante raros. A primera vista, nuestros potentes tractores oruga no tendrían la menor dificultad en conducirnos hasta donde quisiéramos ir.
     Yo era el geólogo, o selenólogo, si quieren ser ustedes pedantes, jefe del grupo destinado a la exploración de la zona sur del Mare. Habíamos recorrido un centenar y medio de kilómetros en una semana, bordeando los contrafuertes de las montañas que dominaban la playa de lo que, muchos millones de años atrás, había sido un antiguo mar. Cuando la vida se había iniciado en la Tierra, aquel mar estaba ya moribundo. El agua se retiraba de los flancos de aquellas maravillosas escolleras para fluir hacia el vacío corazón de la Luna. Sobre el suelo que estábamos recorriendo, el océano que no conocía mareas había alcanzado en su tiempo una profundidad de ochocientas metros, y ahora la única huella de humedad que podía hallarse era la escarcha que descubrimos a veces en las profundidades de las cavernas, donde jamás penetra la luz del sol.
     Habíamos comenzado nuestro viaje al despuntar el alba lunar, y nos quedaba aún casi una semana de tiempo terrestre antes de que la noche cayera de nuevo. Descendíamos de nuestros vehículos cinco o seis veces al día, vestidos con nuestros trajes espaciales, y nos dedicábamos a la búsqueda de minerales interesantes, o plantábamos señales indicadoras para guiar a futuros viajeros. Era una rutina monótona y carente de excitación. Podíamos vivir confortablemente al menos durante un mes en el interior de nuestros tractores presurizados, y si nos ocurría algún percance siempre nos quedaba la radio para pedir ayuda, tras lo cual no teníamos otra cosa que hacer más que aguardar la llegada de la nave que acudiría a rescatarnos.
     Acabo de decir que la exploración lunar es una rutina carente de excitación, y no es cierto. Uno nunca se cansa de contemplar aquellas increíbles montañas, tan distintas de las suaves colinas de la Tierra. Al doblar un cabo o un promontorio, uno nunca sabía que nuevos esplendores nos iban a ser revelados. Toda la parte meridional del Mare Crisium es un vasto delta donde, hace mucho tiempo, algunos ríos desembocaban en el océano, quizás alimentados por las torrenciales lluvias que habían erosionado las montañas durante el corto período de la era volcánica, cuando la Luna aún era joven. Cada uno de aquellos antiguos valles era una tentación, un desafío a trepar hasta las desconocidas mesetas que había más allá. Pero teníamos aún un centenar y medio de kilómetros que cubrir, y todo lo que podíamos hacer era contemplar con envidia aquellas cimas que otros escalarían.
     A bordo del tractor vivíamos según el tiempo terrestre, y a las 22 horas exactamente enviábamos el último mensaje por radio a la Base y terminábamos nuestro trabajo. Afuera, las rocas seguían ardiendo bajo un sol casi vertical; para nosotros era de noche hasta que nos despertábamos de nuevo, tras ocho horas de sueño. Entonces uno de nosotros preparaba el desayuno, se oía un gran zumbido de afeitadoras eléctricas, y alguien conectaba la radio que nos unía a la Tierra. Realmente, cuando el olor de las salchichas cociéndose comenzaba a llenar la cabina, a uno le resultaba difícil creer que no habíamos regresado a nuestro planeta. Todo era tan normal, tan familiar, excepto la disminución de nuestro peso y la lentitud con que caían todos los objetos.
     Era mi turno de preparar el desayuno en el ángulo de la cabina principal que servía como cocina. Pese a los años transcurridos, recuerdo con extrema claridad aquel momento, porque la radio acababa de transmitir una de mis canciones preferidas, la vieja tonada gala David de las Rocas Blancas. Nuestro conductor estaba ya fuera, embutido en su traje espacial, inspeccionando los vehículos oruga. Mi asistente, Louis Garnett, en la cabina de control, escribía algo relativo al trabajo del día anterior en el diario de a bordo.
     Como cualquier ama de casa terrestre mientras esperaba a que las salchichas se cocieran en la sartén dejé que mi mirada vagase sobre las montañosas paredes que cercaban el horizonte por la parte sur, prolongándose hasta perderse de vista por el este y por el oeste. Parecían no estar a más de tres kilómetros del tractor, pero sabía que la más próxima estaba a treinta kilómetros. En la Luna, por supuesto, las imágenes no pierden nitidez con la distancia, no hay ninguna atmósfera que atenúe, difumine o incluso transfigure los objetos lejanos, como ocurre en la Tierra.
     Aquellas montañas se elevaban hasta tres mil metros, surgiendo abruptas de la llanura como si alguna erupción subterránea las hubiera hecho emerger a través de la corteza en fusión. No se podía ver la base ni siquiera de la más próxima, debido a la acusada curvatura de la superficie, ya que la Luna es un mundo muy pequeño y el horizonte no estaba a más de tres kilómetros del lugar donde yo me hallaba.
     Levanté los ojos hacia los picos que ningún hombre había escalado nunca, aquellos picos que, antes del nacimiento de la vida sobre la Tierra, habían contemplado como se retiraba el océano, llevándose hacia su tumba la esperanza y las promesas de un mundo. El sol golpeaba los farallones con un resplandor que cegaba los ojos, mientras que, un poco más arriba, los estrellas brillaban fijas en un cielo más negro que la más oscura medianoche de invierno en la Tierra.
     Iba a girarme, cuando mi mirada fué atraida por un destello metálico casi en la cima de uno de los grandes promontorios que avanzaba hacia el mar, cincuenta kilómetros al oeste. Era un punto de luz pequeñísimo, carente de dimensiones, como si una estrella hubiera sido arrancada del cielo por aquellos crueles picos, e imaginé que una roca excepcionalmente lisa captaba la luz del sol y me la reflejaba directamente a los ojos. Era algo que sucedía a menudo. Cuando la Luna entra en su segundo cuarto, los observadores de la Tierra pueden ver a veces las grandes cadenas del Oceanus Procellarum, el Océano de las Tormentas, arder con una iridiscencia blancoazulada debida al reflejo del sol en sus laderas. Pero sentía la curiosidad de saber que tipo de roca podía brillar allá arriba con tanta intensidad, de modo que subí a la torreta de observación y orienté nuestro telescopio hacia el oeste.
     Lo que vi fué suficiente para despertar mi interés. Los picos montañosos, claros y nítidos en mi campo de visión, parecían no estar a más de ochocientos metros de distancia, pero el objeto que reflejaba la luz del sol era aún demasiado pequeño para poder ser identificado. Sin embargo, aunque no pudiera distinguirlo claramente, si podía darme cuenta de que estaba povisto de una cierta simetría, y la base sobre la que se hallaba parecía extrañamente plana. Estuve observando durante un buen rato aquel brillante enigma, aguzando mi vista en el espacio, hasta que un olor a quemado proveniente de la cocina me informó que las salchichas del desayuno habían hecho un viaje de casi cuatrocientos mil kilómetros para nada.
     Mientras avanzábamos a través del Mare Crisium, aquella mañana con las montañas irguiéndose a occidente, discutimos sobre el caso, y continuamos discutiendo a través de la radio cuando salimos a realizar nuestras prospecciones. Mis compañeros sostenían que había sido probado sin la menor sombra de duda que jamás había existido ninguna forma de vida inteligente en la Luna. Las únicas cosas vivas que habían llegado a existir eran algunas plantas primitivas, y sus antecesoras, tan solo un poco menos degeneradas. Esto lo sabía yo tan bien como todos, pero hay ocasiones en las que un científico no debe temer al ridículo.
     - Escuchad -dije firmemente-, quiero subir hasta allí arriba aunque solo sea para tranquilizar mi conciencia. Esta montaña tiene menos de cuatro mil metros, lo que equivale a setecientos con gravedad terrestre, y puedo hacérmela en una veintena de horas. Siempre he deseado escalar una de esas colinas, y aquí tengo un buen pretexto para hacerlo.
     - Si no te partes el cuello -dijo Garnett-, vas a ser el hazmerreír de la expedición cuando regresemos a la Base. De ahora en adelante, esta montaña se llamará seguramente la Locura de Wilson.
     - No me partiré el cuello -dije con firmeza-. ¿Quién fue el primero que escaló Pico y Helicon?
     - ¿Pero no eras un poco más joven por aquel entonces? -preguntó suavemente Louis.
     - Una razón de más para ir -dije muy dignamente.
     Aquella noche nos acostamos pronto, tras conducir el tractor hasta unos quinientos metros del promontorio. Garnett vendría conmigo al día siguiente; era un buen escalador y había participado conmigo en otras expediciones semejantes. Nuestro conductor se sintió muy feliz de quedarse guardando el vehículo.
     A primera vista, aquellas paredes parecían prácticamente inescalables, pero cualquiera que tuviera un poco de experiencia sabía que la escalada no presenta serias dificultades en un mundo donde el peso queda reducido a una sexta parte. El auténtico peligro del alpinismo lunar reside en el exceso de confianza: una caída desde cien metros en la Luna es tan mortal como una caída desde quince metros en la Tierra.
     Hicimos nuestro primer alto en una cornisa a unos mil quinientos metros de la llanura. La escalada no había sido difícil, pero el esfuerzo al que no estaba acostumbrado había envarado mis miembros, y me sentía feliz de poder descansar un poco. Visto desde allí, el tractor parecía un minúsculo insecto metálico al pie de la pared. Por radio comunicamos nuestro avance al conductor antes de proseguir la escalada.
     Dentro de nuestros trajes la temperatura era agradablemente fresca puesto que el sistema de refrigeración anulaba los efectos del ardiente sol y eliminaba al exterior los desechos de nuestra transpiración. Hablábamos raramente, salvo que debiéramos intercambiar instrucciones o discutir acerca del mejor camino a seguir. No sabía lo que estaría pensando Garnett, seguramente que era la empresa más absurda en la que se había embarcado. Yo no podía dejar de darle la razón, al menos en parte, pero el placer de la escalada, la seguridad de que nunca ningún hombre había llegado antes hasta allí, y la exaltante visión del paisaje eran para mi una recompensa suficiente.
     No recuerdo haber experimentado ninguna excitación especial al hallarnos ante la pared rocosa que había examinado a través del telescopio el día antes, desde una distancia de cincuenta kilómetros. Se extendía hasta una veintena de metros por encima de nosotros y allá, en aquella explanada, se hallaba el objeto que me había atraído a través de toda aquella extensión desértica. Casi con toda seguridad no era más que un bloque de roca nacido en alguna época pasada a consecuencia del impacto de un meteorito, con los planos de estratificación pulidos y brillantes aún en la inmovilidad eterna e inmutable.
     La roca no tenía apoyos, de modo que tuvimos que usar un garfio. Mis cansados brazos parecieron recuperar una nueva fuerza cuando lancé el ancla de tres puntas haciéndola girar sobre mi cabeza. La primera vez fallo su presa, y cayó lentamente cuando tironeamos de ella para comprobar su solidez. Al tercer intento las púas se sujetaron sólidamente y ni siquiera el peso combinado de nuestros dos cuerpos consiguió moverla.
     Garnett me lanzó una ansiosa mirada. Hubiera podido decirle que deseaba subir yo primero, pero me limité a sonreír a través del cristal del casco y agité la cabeza. Luego, lentamente, sin prisas, inicié‚ el último tramo de la ascensión.
     Aún enfundado en el traje espacial, pesaba tan solo veinte kilos, por lo que subí a pulso, sin enroscar la cuerda entre mis piernas ni ayudarme con los pies contra la pared. Cuando alcancé‚ el borde me detuve un instante para saludar con la mano a mi compañero, luego di el último tirón, me icé de pie sobre la plataforma, y contemplé‚ lo que había ante mi.
     Hasta aquel momento estaba casi convencido de que no iba a descubrir nada extraño o insólito allí. Casi, pero no completamente, y era esa torturante duda la que me había empujado hasta aquel lugar. Bueno, la duda había sido disipada, pero la tortura apenas acababa de empezar.
     Me encontraba en una explanada de unos treinta metros de profundidad. En alguna ocasión había sido lisa, demasiado lisa para ser natural, pero los impactos de los meteoritos habían mordido y cribado su superficie a través de incontables eones. Y había sido nivelada para poder sostener una estructura translúcida, burdamente piramidal, de dos veces la altura de un hombre, encajada en la roca como una gigantesca gema facetada.
     Probablemente no experimenté ninguna sensación durante los primeros segundos. Luego, inexplicablemente, sentí una extraña alegría. Porque yo amaba la Luna, y ahora sabía que el musgo que trepaba en Aristarco y Eratóstenes no era la única forma de vida que había producido cuando era joven. Los antiguos y desacreditados sueños de los primeros exploradores eran ciertos. Después de todo había existido una civilización lunar, y yo había sido el primero en descubrirla. El hecho de haber llegado con un millón de años de retraso no me preocupaba; tenía bastante con haber llegado.
     Mi cerebro comenzaba a funcionar de nuevo normalmente, analizando, planteando preguntas. ¿Qué era aquella construcción? ¿Un santuario... o alguna otra cosa que en mi lengua no tenía nombre? Si era una construcción habitable, ¿por qué la habían edificado en aquel lugar casi inaccesible? Me pregunté si se trataría de un templo, e imaginé ver a los adeptos de alguna extraña religión invocando a sus divinidades para que les salvaran la vida mientras la Luna declinaba con la muerte de sus océanos.
     Avancé unos pasos para examinar más de cerca el objeto, pero la cautela me impidió acercarme demasiado. Entendía un poco de arqueología, e intenté establecer el nivel de la civilización que había aplanado aquella montaña y erigido aquellas superficies resplandecientes que me cegaban aún.
     Pensé que los egipcios hubieran estado en condiciones de erigir una construcción como aquella, siempre que sus operarios dispusieran del extraño material que aquellos arquitectos aún más antiguos habían utilizado. Debido a que el objeto era relativamente pequeño, no se me ocurrió pensar que probablemente estaba examinando el producto de una raza más avanzada que la nuestra. La idea de que en la Luna hubieran existido seres inteligentes era ya bastante difícil de asimilar, y mi orgullo se negaba a dar el último y más humillante paso.
     Y luego observé algo que hizo que los cabellos se me erizaran en la nuca, algo tan trivial e inocuo que quizá cualquier otro nunca lo hubiera visto. Ya he dicho que la explanada había sido torturada por la caída de meteoritos, de tal modo que estaba recubierta de una espesa capa de polvo cósmico, ese polvo que se extiende como un manto por la superficie de todos los mundos en los que no existen vientos que puedan turbarlo. Sin embargo, tanto el polvo como las señales dejadas por los meteoritos terminaban bruscamente en el borde de un amplio círculo en el centro del cual se hallaba la pirámide, como si un muro invisible la protegiera de las inclemencias del tiempo y del lento pero incesante bombardeo del espacio.
     Sentí que alguien estaba gritando en mis auriculares, y finalmente me di cuenta de que Garnett me estaba llamando desde hacía rato. Avancé con paso vacilante hacia el borde de la explanada y le hice señas de que subiera, porque no me sentía muy seguro de ser capaz de hablar. Luego me giré de nuevo hacia el círculo en el polvo. Me incliné y tomé un fragmento de roca, y lo lancé, sin excesiva fuerza, hacia el brillante enigma. Si la piedra hubiera desaparecido al chocar contra aquella invisible barrera no me hubiera sorprendido, pero se limitó a caer al suelo, como si hubiera chocado contra una superficie curva.
     Ahora sabía que el objeto que tenía ante mi no podía ser comparado con ninguna obra de mis antepasados. No era una construcción sino una máquina, que se protegía a sí misma a través de unas fuerzas que habían desafiado la eternidad. Aquellas fuerzas, cualesquiera que fuesen, seguían funcionando aún, y quizás yo me había acercado demasiado a ellas. Pensé en todas las radiaciones que el hombre había capturado y dominado en el transcurso del último siglo. Por lo que sabía, podía hallarme incluso condenado para siempre, como si hubiera penetrado en la atmósfera silenciosa y letal de una pila atómica no aislada.
     Recuerdo que me giré hacia Garnett, que se había reunido conmigo y permanecía inmóvil a mi lado. Me pareció tan absorto que no quise molestarle, y me dirigí hacia el borde de la explanada esforzándome en ordenar de nuevo mis pensamientos. Allí, delante de mí, se extendía el Mare Crisium, extraño y fascinante para casi toda la humanidad, pero conocido y tranquilizador para mí. Levanté la mirada hacia la hoz de la Tierra que yacía en su cuna de estrellas, y me pregunté qué habían ocultado sus nubes cuando aquellos desconocidos constructores habían terminado su trabajo. ¿Era la humeante jungla del Carbonífero, la desierta orilla de los océanos sobre la que reptaban los primeros anfibios para conquistar la tierra firme..., o un periodo más anterior aún, el periodo de la soledad, antes de que la vida iniciara su desarrollo?
     No me pregunten por qué no intuí antes la verdad, que ahora parece tan obvia. En la excitación del descubrimiento, me había convencido a mí mismo de que la aparición cristalina debía de haber sido construida por una raza que había vivido en el remoto pasado lunar, pero de pronto, con una terrible fuerza, me traspasó la certeza de que aquella raza era tan extranjera a la Luna como lo era yo.
     En el transcurso de veinte años de exploraciones no habíamos hallado ningún otro rastro de vida a excepción de algunas plantas degeneradas. Ninguna civilización lunar, aún moribunda, podía dejar tan solo una única prueba de su existencia.
     Volví a mirar la resplandeciente pirámide, y me pareció más extraña que nunca a cualquier cosa perteneciente a la Luna. Y entonces, de golpe, fuí sacudido por un estallido de risa histérica, provocado por la excitación y por la excesiva fatiga. Porque me había parecido que la pirámide me dirigía la palabra y me decía: "Lo siento, pero yo tampoco soy de aquí."
     Hemos necesitado veinte años para conseguir romper aquel invisible escudo y alcanzar la máquina encerrada en aquellas paredes de cristal. Lo que no hemos podido comprender lo hemos destruido finalmente con la salvaje potencia de la energía atómica, y he podido ver los fragmentos de aquel hermoso y brillante objeto que descubriera allí, en la cima de la montaña.
     No significaban absolutamente nada. Los mecanismos de la pirámide, suponiendo que lo sean, son fruto de una tecnología que se halla mucho más allá de nuestro horizonte, quizás una tecnología de fuerzas parafísicas.
     El misterio continúa atormentándonos cada vez más, ahora que hemos alcanzado otros planetas y sabemos que solo la Tierra ha sido cuna de vida inteligente en nuestro Sistema. Una civilización antiquísima y desconocida perteneciente a nuestro mundo no podría haberla construido, ya que el espesor del polvo meteórico en la explanada nos ha permitida calcular su edad. Aquel polvo comenzó a posarse antes de que la vida hiciera su aparición en la Tierra.
     Cuando nuestro mundo alcanzó la mitad de su edad actual, algo que venía de las estrellas pasó a través del Sistema Solar, dejó aquella huella de su paso, y prosiguió su camino. Hasta que nosotros la destruimos, aquella máquina cumplió su cometido. Y empiezo a intuir cuál era.
     Alrededor de cien mil millones de estrellas giran en el círculo de la Vía Láctea, y, hace mucho tiempo, otras razas de los mundos pertenecientes a otros soles deben de haber alcanzado y superado el estadio en el que ahora nos hallamos nosotros. Piensen en una tal civilización, muy lejana en el tiempo, cuando la Creación era aún tibia, dueña de un universo tan joven que la vida había surgido tan solo en una infinitésima parte de mundos. La soledad de aquél mundo es algo imposible de imaginar, la soledad de los dioses que miran a través del infinito y no hallan a nadie con quien compartir sus pensamientos.
     Deben de haber explorado las galaxias como nosotros exploramos los mundos. Por todos lados había mundos, pero estaban vacíos, o a lo sumo poblados de cosas que se arrastraban y eran incapaces de pensar. Así debía de ser nuestra Tierra, con el humo de los volcanes ofuscando aún el cielo, cuando la primera nave de los pueblos del alba surgió de los abismos más allá de Plutón. Rebasó los planetas exteriores apresados por el hielo, sabiendo que la vida no podía formar parte de sus destinos. Alcanzó y se detuvo en los planetas interiores, que se calentaban al fuego del sol, esperando a que comenzara su historia.
     Aquellos exploradores deben de haber observado la Tierra, sobrevolando la estrecha franja entre los hielos y el fuego, llegando a la conclusión de que aquel debía ser el hijo predilecto del sol. Allí, en un remoto futuro, surgiría la inteligencia; pero ante ellos quedaban aún innumerables estrellas, y nunca regresarían por aquel mismo camino.
     Así pues, dejaron un centinela, uno de los millones que deben de existir esparcidos por todo el universo, vigilando los mundos en los cuales vibra la promesa de la vida. Era un faro que, a través de todas las edades, señalaba pacientemente que aún nadie lo había descubierto.
     Quizás ahora comprendan por qué la pirámide de cristal fué instalada en la Luna y no en la Tierra. A sus creadores no les importaban las razas que luchaban aún por salir del salvajismo. Nuestra civilización les podía interesar tan solo si dábamos prueba de nuestra capacidad de supervivencia, lanzándonos al espacio y escapando así de la Tierra, nuestra cuna. Este es el desafío que, antes o después, se plantea a todas las razas inteligentes. Es un desafío doble, porque depende de la conquista de la energía atómica y de la decisiva elección entre la vida y la muerte.
     Una vez superado este punto crítico, era solo cuestión de tiempo el que descubriéramos la pirámide, y la forzásemos para ver lo que había dentro. Ahora ya no emite ninguna señal, y aquellos encargados de su escucha deben de haber vuelto su atención hacia la Tierra. Quizás acudan a ayudar a nuestra civilización, aún en su infancia. Pero deben de ser viejos, muy viejos, y a menudo los viejos son morbosamente celosos de los jóvenes.
     Ahora ya no puedo mirar la Vía Láctea sin preguntarme de cual de esas nebulosas estelares están acudiendo los emisarios. Si me permiten hacer una comparación bastante vulgar, hemos tirado del aparato de alarma, y ahora no podemos hacer otra cosa más que esperar.
     No creo que tengamos que esperar mucho.


Monolito

"Un monolito (derivado del latín, monolithus, a su vez procedente del griego, μόνος monos, ‘uno solo’, y λίθος lithos, ‘piedra’) es un bloque de piedra de gran tamaño, compuesto de un solo elemento. Por extensión, se utiliza este término para referirse tanto a los monolitos de origen natural —un accidente o rasgo geomorfólógico, similar a una montaña— o a los realizados por el hombre, que los ha tallado como monumentos y extraído de las canteras desde la antigüedad."

"La referencia cultural más conocida es el extraño monolito negro de origen extraterrestre de la película 2001: Una odisea en el espacio. Forma parte de una red informática establecida por una civilización extraterrestre para realizar el seguimiento de un experimento evolutivo que finalmente culminó en la humanidad en la Tierra."

"Los monolitos son avanzadas máquinas extraterrestres de ficción, perteneciente a la saga de novelas Odisea espacial, escritas por Arthur C. Clarke."

Imagen

En la obra de Kubrik y A.Clarke (2001: Odisea en el espacio) y sus secuelas estos extraños "monolitos" tienen una importante actuacion.

Su color es negro, opaco, sin reflejo. El material del que están hechos es desconocido y se resiste a todo análisis. Lo único que se puede asegurar es que están hechos por alguna inteligencia no humana. Pero esta afirmación apenas se insinúa... Es como una verdad que nadie se atreve a aceptar y menos a decir... Todo es misterio...
¿Qué es lo que asegura que los monolitos están creados por una inteligencia? En realidad no su color ni su material, sino su forma geométrica. Las matemáticas son las encargadas de darnos la prueba de que no se trata de objetos aparecidos al azar. Cada uno de ellos es un ortoedro perfecto con unas dimensiones exactas. Si consideramos el ancho como 1 unidad, el largo serían 4 unidades y el alto 9 unidades, es decir, sus dimensiones son proporcionales a los números 1, 4 y 9.

El monolito negro y enigmático aparece en ese momento en que comienza el despertar de la raza humana. Parece una especie de guía, un objeto cuya presencia es la causante del desarrollo del hombre. No se sabe quién lo colocó allí pero es de suponer que una inteligencia superior que quiere que el ser humano despierte.
Posteriormente la película da un salto hacia una época futura situada en los albores del año 2001. Es descubierto en la Luna (en el crater de Tycho)el T.M.A-1(Anomalia magnetica de Ticho) otro monolito semejante y más grande, y al ser encontrado el objeto manda una especie de transmisión hacia Júpiter/Saturno. 
Cuando los científicos de la Luna detectan esta transmisión deciden enviar una nave hacia el planeta joviano, tripulada por varios cosmonautas entre los que se encuentra el protagonista, David Bowman. Tras sufrir ciertos contratiempos con el ordenador de a bordo HAL 9000, Bowman llega por fin a las cercanías de Júpiter/Saturno (Jápeto/Europa) y se encuentra otro monolito, semejante a los dos primeros, pero de un tamaño gigantesco...

Odisea Espacial

Odisea Espacial es una saga de novelas y peliculas de ciencia ficción escritas por Arthur C. Clarke.Esta basada en "el Centinela"(relato corto de Arthur C. Clarke);y esta compuesta por "2001:Una Odisea en el Espacio","2010:Odisea dos","2061:Odisea Tres",y"3001:Odisea Final".
La idea de "la saga" nacio cuando Stanley Kubrik y Arthur Clarke realizaron la película.

El argumento principal de la 1°pelicula(e indirectamente de la novela),"2001:Odisea Espacial" es el siguiente:

     Un desierto, hace cuatro millones de años.  Una mañana, un grupo de monos humanoides descubre la presencia de un extraño monolito negro. Tras la sorpresa inicial, y varias temerosas tentativas, llegan a tocarlo. Como resultado, uno de los monos aprende a utilizar un hueso para matar a su rival, dando irónicamente un paso adelante hacia la inteligencia y la humanidad.



     El año 2001, la nave espacial Orion deja al Dr. Floyd, un científico americano, en el hotel Orbiter Hilton, instalado en una estación espacial que sirve de enlace entre la Tierra y la Luna.  Tras una reunión con otros colegas, donde se revela su misión de investigar ciertos fenómenos observados en la Luna, continúa su viaje hacia el satélite.  En la base lunar Clavius se halla otra vez el monolito negro, que al recibir el primer contacto humano, emite un silbido agudísimo, dirigido hacia el planeta Júpiter.



     Dieciocho meses más tarde, la nave espacial Discovery viaja a Júpiter, a más de medio billón de kilómetros de la Tierra.  La pilota un ordenador casi humano, HAL 9000, con cinco cosmonautas a bordo: David Bowman, Frank Poole y tres compañeros en estado de hibernación.  Al cometer HAL un error, mata a los tres hombres hibernados para disimularlo.  Cuando Bowman y Poole se le enfrentan para controlar la situación, el computador elimina a Poole, pero es desactivado por Bowman.



     Ya próximo a Júpiter, Bowman abandona la Discovery en una cápsula y sigue al monolito negro, que flota en el espacio, y cruza vertiginosamente la "Puerta de las Estrellas" entre una vorágine de luces, formas y sonidos. Aislado en una extraña habitación rococó, vive, envejece y muere velozmente, para renacer bajo la forma de un bebé estelar, que regresa a la Tierra.




    
Introducción  La gestación de una idea